La gran fiesta conmemorando los 75 años del desembarco en las playas normandas.
Día D.
El viaje Madrid – Nantes – Cabourg
6 de junio de 1944 2019, un grupo de aguerridos miembros de AIRE se disponen a desembarcar en la región normanda pero, al contrario que las tropas aliadas, el acceso lo van a realizar por el sur de la península de Bretaña. Primera etapa: Madrid-Barajas a Nantes-Atlantique y, aunque aerotransportados, no va a ser un C-47 el que nos traslade (ni por supuesto vamos a saltar sobre el objetivo).
Llegados a tierras bretonas pasamos a disponer de nuestros trasportes de cuatro ruedas. ¿Willys? ¿GMC?… no, por desgracia (y mejor por comodidad), vulgares y modernos SUV. Habrá que conformarse.
Después de unas horitas de viaje pasando al lado del Mont St Michel, entramos en Normandía y cenamos en Avranches donde recorremos un trozo de «la vía de la libertad» que nace en Sainte-Mère-Église y llega hasta Bastogne en Bélgica. Esta «Liberty Road» está claramente marcada con unos característicos pirulos blancos. Ya entrabamos en materia.
Punto kilométrico indicando la Liberty Road. En este caso en el punto de
desembarco de la 2eme División Blindée Francesa, cerca de la playa de Utah
Día D+1.
Caen-Carpiquet la des-organización de los Dakotas
Muy temprano al día siguiente, 7 de junio, salimos de Cabourg donde estaba nuestra base/hotel, y nos dirigimos al aeropuerto de Caen-Carpiquet para asistir al evento organizado por daksovernormandy.com. Este evento ya había tenido su comienzo al otro lado del canal, en el aeródromo de Duxford, seguido de un cruce de Dakotas en masa con lanzamiento de paracaidistas el día 5.
Por el camino atravesamos Rainville y los famosos puentes Pegaso y Horsa sobre el canal del río Orne y el propio río, respectivamente. Ya se comenzaba a ver el ambiente que reinaba en toda la península, con campamentos de reconstrucción histórica por todos lados y multitud de vehículos militares de época por las carreteras.
Cumpliendo las instrucciones que descargamos de la web del evento Daks Over Normandy, nos dirigimos al punto indicado para el aparcamiento, desde el cuál unos autobuses lanzadera trasladarían al público al aeropuerto de Caen-Carpiquet. Allí encontramos un pequeño parking urbano en el que aún conseguimos aparcar, pues ya estaba casi lleno. En la rotonda cercana la larga cola de gente indicaba, presuntamente, el lugar donde coger el autobús. Eran las 9:30.
Esperando los autobuses que nunca llegarían
A las 10:00, hora oficial de comienzo del evento, el pequeño parking estaba completamente lleno. Dos grandes explanadas a ambos lados de la avenida, con carteles indicando el lugar de aparcamiento señalado por la organización, continuaban con las barreras bajadas y ningún medio de transporte de los prometidos había hecho acto de presencia.
El tiempo continuó su curso y comenzó a cundir el desánimo y la confusión entre el numeroso grupo de aficionados que hacían cola religiosamente. Al menos no llovía.
A través de las redes sociales la organización respondía a los interrogantes planteados pidiendo disculpas y anunciando que estaban trabajando en ello y buscando una solución; pero otro buen rato pasado, sin noticias ni cambio alguno, nos llevó a buscar información en el teléfono del ayuntamiento de la ciudad. Amablemente nos informaron de que no había nada previsto, ni para aparcar ni para transportar al público. Este hecho fue posteriormente confirmado por un operario que trabajaba en una de las explanadas; nadie les había informado y por lo tanto no estaba previsto abrir los aparcamientos. Desde el ayuntamiento nos indicaron también la parada del autobús de línea más cercano hacia el aeropuerto.
Entretanto el público había ido abandonando la fila y tomando camino, bien andando (5km), bien llamando taxis y VTC. La información de tráfico de los GPS mostraba un monumental atasco en la carretera de acceso al aeropuerto. Los servicios públicos de transporte ya no podían atender a nadie más, e intentar acercarse con los vehículos propios no parecía una buena opción, así que decidimos buscar la línea de autobús indicada por el ayuntamiento y nos dirigimos hacía la parada más cercana. Eran más de las 11 de la mañana.
El autobús nº 3 nos acercó a 1km del aeropuerto, donde comenzaba el monumental atasco en la única vía de de acceso al mismo, así que nos pusimos a caminar entre los coches y autobuses parados y los pasajeros que iban y venían arrastrando sus troleys sobre el asfalto. Después de muchos Airshows visitados en un montón de lugares de Europa, a los integrantes del grupo nos quedaba claro que alguien no había hecho bien su trabajo (más bien nadie lo había hecho: ningún cartel indicador, coches aparcados por cualquier lado y embotellamiento total). Llegamos a la entrada del evento. Eran las 12:30.
A esa hora ya se había anunciado por las redes sociales que debido a la mala meteo del día (sobre todo fuertes vientos) no habría vuelos, mala suerte. Eso es algo que asumimos y que sabemos que puede pasar, pero la mala organización no. Multitud de público abandonaba la zona de aparcamiento de los Dakotas y como muchos de ellos habían llegado en coche hasta el propio aeropuerto, el atasco se consolidaba en ambos sentidos.
En el control de entrada (17€ compradas anticipadamente por Internet) nadie parecía saber nada ni tener ninguna responsabilidad sobre la organización. Una vez dentro la decepción fue en aumento pues en una gran explanada de hierba solo se vislumbraban un par de puestos de comida y ninguna tienda de «chuches» para calmar un poco nuestro creciente enfado.
Pero bueno, vamos a lo que vamos. Los aviones.
Veintiún bonitos DC-3/C47 se encontraban aparcados alrededor del perímetro de la explanada, la mayoría dando la cola al público y sin ningún signo de vida a su alrededor. Un par de ellos carretearon y volaron para transportar afortunados pasajeros de pago. Hicimos las consiguientes fotos, más o menos como pudimos, y nos llevamos de premio algún airliner regular del aeropuerto, un par de bizjets y un bonito C-17 americano aterrizando, el cuál debía de estar por allí en apoyo de la visita de su presidente el día anterior. El show de 6 horas se había convertido en uno de 2 y media. Eran las 15:00, nos fuimos de allí a buscar un sitio donde comer.
Batería de Longues-Sur-Mer un memorial y una celebración
Ya liberados de nuestro no-airshow y repostados, nos dirigimos a uno de los puntos más visitados del llamado «Muro del Atlántico» alemán, la batería de artillería de costa de Longues-Sur-Mer.
Vista de los restos del puerto «Mulberry» en Arromanches (Playa Gold)
desde la batería de Longes-Sur-Mer
Esta instalación forma parte de la multitud de bunkers que jalonan la costa de Francía desde la frontera española hasta Dinamarca y es de las que se encuentra en buen estado de conservación, con cuatro casamatas para cañones de 150mm (de los que conserva 3) y un excelente puesto de dirección de tiro, que unido por cables a estas transmitía y controlaba directamente el fuego. Está situada entre las playas de Omaha y Gold y su radio de acción la hacía muy peligrosa para los barcos aliados al largo de la costa de Calvados. Atacada por aire y por mar, la mañana del 6 de junio estaba aun operativa y respondió al fuego naval, hasta que al día siguiente fue tomada por los británicos.
La visita nos llevó también a un pequeño memorial que conmemoraba un aeródromo improvisado en la zona por los aliados. Estos campos de vuelo se utilizaron para el despliegue de los Spitfires, algunos de ellos pilotados por ases como el francés Pierre Closterman. Estando es sus cercanías tuvimos la suerte de asistir a un pequeño y emotivo acto de las fuerzas vivas locales en honor a los caídos. Por supuesto en los alrededores no podía faltar el habitual campamento de reconstrucción histórica con varios vehículos y figurantes con los que nos hicimos algunas fotos, estos en particular eran checos.
Bayeux, por fín una cerveza
Terminado el acto, nos pusimos en camino a la villa de Bayeux, conjunto medieval muy bien conservado que tuvo la suerte de escapar a los bombardeos que arrasaron las poblaciones de su entorno y que sirvió de capital al primer gobierno de la Francia libre, después de consolidado el desembarco. Cervecita de rigor despues del día de penurias y cena posterior comentando las jugadas del día y echando unas risas recordando algunos de los títulos del cine bélico más populares. La noche y la densa lluvia hicieron la vuelta a nuestra base de Cabourg un tanto desagradable pero finalmente «tout se bien passé» que dicen los franceses.
Día D+2.
Camino a Utah Beach
Nuestra idea del día era hacer turismo histórico visitando algunos de los sitios más carismáticos asociados al día D. Estaba claro que la acumulación de gente iba a ser importante y que la tarea, por lo tanto, podía complicarse. Carretera y manta.
1,2,3…200 pero, ¿cuantos Willys hay aquí?. Esa era la pregunta que todos nos hacíamos según iban pasando los km en dirección a la playa más occidental del desembarco. Rodando o en remolque estos pequeños vehículos perfectamente restaurados estaban por todas partes, al llegar a 200 (viniendo en sentido contrario) dejamos de contarlos pues hacia donde íbamos había más y más…
Así, jeep tras jeep, llegamos a la altura de Carentan, donde los ríos Douve y Vire abren un entrante que separa las dos playas americanas Utah al oeste y Omaha al este y donde se encuentra también la frontera entre los departamentos de La Mancha y Calvados. Un canal navegable para pequeños barcos pasa por encima de la carretera y al otro lado, encontramos la primera sorpresa del día, el US Army había desplegado en un campo cercano una pequeña base de helicópteros con Chinooks y BlackHawks. En la autopista y sin tiempo de reacción, apuntamos el lugar para más tarde y seguimos ruta a la playa. El siguiente punto de interés se produjo en Ste-Marie-du-Mont, pueblo que atravesamos en medio de un convoy de vehículos militares y donde también había un campamento militar en la mismísima plaza del pueblo. La carretera hacía Utah Beach estaba despejada.
Utah Beach memorial y museo
Por fin, en los alrededores de la playa y tras visitar de pasada el consiguiente campamento militar, nos dirigimos al memorial y el museo allí situados. Uno de nuestros intereses era echar un vistazo al B-26 Marauder que hace unos años trasladaron desde el museo de Le Bourget, después de restaurarlo como uno de los bombarderos que atacaron las defensas alemanas de la zona. Arriesgando bastante al bajar por debajo del techo de nubes, los Marauder del 344th Bombardment Group (9ª fuerza aérea), mejoraron la precisión del ataque y obtuvieron buenos resultados contra ellas. Este aparato es un recuerdo a esa unidad de la USAAF.
El museo alberga multitud de colecciones, maquetas y vehículos y está construido sobre el WN5 (uno de los bunkers de la zona). Se encuentra al lado de la playa donde los grupos de gente venidos de todas partes, realizaban pequeños homenajes a sus familiares caídos en las operaciones.
Camino a Sainte-Mère-Église, el memorial de la 2eme division Blindée
Nos dirigimos a continuación hacía uno de los puntos más emblemáticos y de las primeras poblaciones liberadas en la madrugada del día D. ¿Quien no recuerda ese paracaidista que se queda colgado de la torre de la iglesia?.
Pero el camino nos ofrecía otra parada, casi obligada, en el memorial construido para conmemorar el desembarco de la 2eme División Blindée Francesa (día 1 de agosto 1944) y por ende de «La Nueve», compañía formada por soldados españoles exiliados después de nuestra Guerra Civil y encuadrados en el ejército francés. Esta unidad se haría muy famosa al formar parte de las tropas avanzadas que liberaron París el 25 de agosto.
Sainte-Mère-Église, la fiesta a tope
Fiesta. Así es como se puede calificar el ambiente que reinaba en este famoso pueblo normando. Bandas, grupos de majorettes y jovenes reclutas venidos de EEUU y otros países se instalaban en el entorno de la plaza del pueblo donde un enorme escenario al lado de la iglesia presidía todo el cotarro. Por detrás del museo de las tropas aerotransportadas, situado en la misma plaza, se vislumbraba una gran feria con enorme noria incluída y un poco más allá no podía faltar el campamento Geronimo donde el número de vehículos, tiendas y figurantes superaba a todo lo visto durante el día (y habíamos visto mucho).
Buscando dónde comer, recalamos en uno de los varios puestos de la plaza con oferta a base de salchichas y patatas, mientras varios BlackHawk nos sobrevolaban y dos Hercules USAF pintados con las imprescindibles bandas de invasión, daban pasadas sobre el pueblo solo un poquito más arriba de la torre de la iglesia. Torre donde el muñeco representando a John Steele colgaba presidiendo todo ese jolgorio. Si duda fue uno de los momentos más divertidos y curiosos de nuestro periplo normando.
Pronto se inició un desfile de todas las bandas y grupos presentes que convergían en la plaza y el escenario, por lo que el lugar se atiborró de gente y decidimos movernos hacía el campamento. Una vez visitado, nos acordamos de esos Chinooks y BlackHawks que habíamos vislumbrado por la mañana cerca de Carentan y decidimos ir de caza.
El hipódromo de Carentan y la Big Red One
Varias consultas de mapa y caminos sin salida después, llegamos al hipódromo de Carentan donde la 1ª división de infantería del US Army (la famosa Big Red One) había establecido un campamento operativo (no visitable) con unas enormes carpas para el apoyo a la visita presidencial y todos los actos asociados. Sobre la hierba se apreciaban un cierto número de zonas de aterrizaje de helicópteros donde varios CH-47 y UH-60 estaban aparcados y desgraciadamente a esa hora inactivos. Por suerte pudimos acercarnos, junto a más público que venía paseando desde el pueblo, y echar un vistazo y algunas fotos desde el exterior del recinto.
Atardecer en Point du Hoc
El camino a Omaha Beach debe pasar siempre por el lugar donde los US Ranger lo dieron todo y escalando los acantilados asaltaron a pecho descubierto la batería situada en el promontorio de Point du Hoc. Al contrario que la de Longues, que habíamos visitado ayer, este lugar nos mostró un paisaje repleto de cráteres y bunqueres destrozados pues el bombardeo, tanto aéreo como naval, había sido muy denso. La posición era muy importante ya que dominaba las playas de Utah y Omaha y debido a ello iba a recibir un tratamiento especial siendo encargado su asalto a los Rangers del 2º batallón de esta unidad especial recientemente creada. El sacrificio de su valiente acción se vio frustrado por el hecho de no encontrarse las piezas de artillería en sus posiciones ya que, para librarlas de los ataques aéreos, habían sido retiradas hacia el interior. Aun así, la defensa de la guarnición alemana fue tenaz y las pérdidas en ambos bandos cuantiosas.
El lugar a última hora del día y con poco público presente, respiraba una atmósfera bucólica: el verde de los campos, los acantilados, el atardecer… Era difícil ponerse en situación y pensar en el drama que 75 años antes se había vivido en esos parajes. Sobre el bunker de la dirección de tiro el monolito en recuerdo de los caídos, bajo el cual el mar ha ido ganando terreno con los años obligando a reforzar la zona e incluso cerrarla en algún momento a las visitas, por el peligro de derrumbe.
La sobrecogedora Omaha
Muchos recordarán las impactantes imágenes iniciales de «Salvar al soldado Ryan» o las fotos de Robert Cappa. Aquí es. Aquí es donde 3000 norteamericanos dejaron su vida en una sola jornada. Aquí es donde el Col. Taylor gritó lo de «There are two kinds of people who are staying on this beach: those who are dead and those who are going to die. Now let’s get the hell out of here» .
Llegamos a la mítica playa ya con las últimas luces del día, pasando por pueblos donde los grupos de reconstrucción y vehículos de época se preparaban para diversas celebraciones (bailes, fuegos artificiales… había de todo y por todos lados). Quizás a esa hora, viéndola tan vacía y sobre todo viendo las alturas que la cierran se da uno cuenta mejor del desafío. Mientras que Utah disponía de una salida de la playa llana, aquí los terraplenes de más de 45m que la dominan impresionan vistos desde abajo y dan una idea de la estupenda visibilidad y ventaja de la que disfrutaban los defensores. Si a eso unimos la deficiente preparación previa (los bombardeos aéreos cayeron hacía el interior) y la circunstancias de disponer de más guarnición por unas casuales maniobras en curso, podemos entender su sobrenombre «Bloody» Omaha. Pero salieron.
Con el día cumplido tomamos rumbo a Caen en busca de algún lugar donde reponer fuerzas.
Día D+3
¿Vamos a Lessay? Cambio de planes, camino de La Fiere
Nuestro planteamiento previo era dirigirnos al sur de la península de Cotentin, donde los pequeños aviones de enlace (L-Birds) iban a montar un aeródromo de época y que además nos quedaba de camino hacia Nantes (donde a las 19h aprox. teníamos que coger el avión de vuelta).
Pero los planes están para cambiarlos y las noticias mañaneras indicaban un interesante evento en el que se iban a lanzar paracaidistas por la zona de Ste-Mere-Eglise, más concretamente cerca de los puentes situados en las cercanías de La Fière y Chef-du-pont. Fue aquí, en el río Merderet, donde los paracaidistas USA soportaron duros contraataques alemanes intentando mantenerlos abiertos para facilitar la salida de la playa Utah a las tropas desembarcadas. Pintaba bien.
Camino al evento y echando mano de nuestro moderno sistema de C3I (Command, Control and Comunications + Intelligence, osea Google Maps y RRSS) comenzamos a vislumbrar que la cosa no iba a ser tan fácil como pensábamos. Las pequeñas carreteras locales que nos acercaban a los emblemáticos lugares ya se mostraban colapsadas en la información de trafico. Mediante un pequeño rodeo nos fuimos aproximando y finalmente llegamos a Chef-du-pont donde, en la busqueda del parking señalizado, nos quedamos definitivamente bloqueados (Ese famoso bocage normando). La patrulla de Francia y la Breitling realizaban ya sus primeras pasadas.
La decisión, la comunidad se separa
Visto el panorama y ante la posibilidad de no poder salir a tiempo hacia nuestro vuelo decidimos dar media vuelta y retomar el plan original camino de Lessay y sus L-Birds. Vice y señora, con más tiempo ya que volvían al día siguiente, decidieron permanecer en la zona y después de los preceptivos besos y abrazos salimos como pudimos de la melée de coches.
Ya en carretera una mirada de reojo nos mostró en la lejanía, un Hercules en aproximación a la zona de La Fière. Estábamos en Pont-l’Abbé y decidimos detenernos a ver el espectáculo que se avecinaba.
Los lanzamientos paracaidistas en La Fiere, carrusel de Hercules
Ya parados y cámaras en ristre, vimos embobados como tras el primero venía otro y otro más y otro más… muchos de ellos pintados con las preceptivas bandas de invasión y soltando paracas mientras cuatro F-15 les sobrepasaban proporcionándoles escolta. En total los 14 Hercules y 1 Transall estadounidenses, franceses, holandés, belga y rumano dejaron caer unos 500 soldados en diversas pasadas que provocaron un curioso carrusel, uno de cuyos giros nos los ponía bastante cerca para nuestro deleite.
Pasado el subidón aerotrastornado de un espectáculo tan fuera de lo común, volvimos a subir a nuestros vehículos y continuamos hacía Lessay. Por el camino el hipódromo que hacían los aviones de transporte nos acompañó durante un buen rato, discurriendo uno de sus lados paralelo a la carretera que nos llevaba en dirección suroeste, hasta que en uno de los giros del laberinto normando los perdimos de vista.
Corriendo a Lessay y fin de fiesta
Lo que se gana por un lado se pierde por el otro y cuando llegamos al aeródromo de Lessay el tiempo se nos agotaba. Dos L-Birds y un Dakota sobrevolaban la zona pero acercarnos al evento era poco prudente por nuestra parte si queríamos llegar con tiempo a Nantes para coger nuestro vuelo. En los accesos al lugar había bastante tráfico y por segunda vez en el día tomamos la decisión de dar media vuelta y terminar así nuestro periplo por los campos de batalla del D-Day. Otros aniversarios llegarán y seguro que volveremos, pues queda mucho que ver, que aprender y que sentir en Normandía. Au revoir.
Jesús López
socio 261