Socio 217 Javier Aparicio de Arriba. Colegiado Nº 5629
El 7 parece ser mi número mágico. El 7-7-1997, lancé mi gorra al aire en la Academia General del Aire empezando mi carrera de oficial y piloto. Exactamente veinte años después, el 7-7-2017, los pilotos (PPL) participantes del Rally Sevilla-Duxford, promovido por el Real Aeroclub de Sevilla, realizaron sus aterrizajes con éxito en el precioso aeródromo inglés, donde pudimos disfrutar de uno de los famosos eventos aeronáuticos de Inglaterra.
Fue en otro Rally anterior, el Sevilla-Aaiún realizado en 2016, cuando se planteó el reto de surcar los cielos europeos en VFR, tratando de alcanzar las islas británicas. La inicialmente loca idea se fue cuajando con el paso de los meses, mientras la ilusión crecía al incluir etapas en las que se verían las costas de Normandía, de las que muchos habíamos leído novelas y visto documentales sobre la II Guerra Mundial.
Por otro lado, uno de los pilotos participantes era de origen bretón (Francia), por lo que tendríamos la oportunidad de contar con un guía excepcional en gran parte del recorrido y un inigualable coordinador y gestor con las autoridades vecinas, así como hoteles, transportes y restaurantes. Para él fue un orgullo, un placer y, a la par, uno de los mayores retos de su vida.
Participantes y recorrido
El día 5 de julio, desde Sevilla, partieron cuatro aeronaves monomotor. Tres de ellas procedían del Real Aeroclub de Sevilla (fundado en 1928 y con sede en el aeropuerto de Sevilla):
EC-IHF: Bozzi, Juanjo y Gonzalo. Media: 200h de vuelo. Nacidos antes de 1970.
EC-IEY: Javi Apa, Mitchell R., A. Beaterio. Un piloto profesional y dos privados.
EC-JCI: Etienne, Royo y Antonio. 1 instructor con clase y 2 alumnos con estilo.
El 4º avión procedía de Córdoba: EC-HXQ. A bordo, Agustín (750 horas de vuelo y casi 60 añitos) y José Mª.
El primer tramo se realizó aterrizando en Logroño, donde ya se puso a prueba la pericia de los pilotos para aterrizar con viento cruzado y rachas de hasta 25kts. Fue interesante el briefing de aproximación, teniendo en cuenta que, en algunos casos, no se habían realizado vuelos en este tipo de avión durante los últimos seis meses. En él se incluyó la maniobra de “Go Around” con detalles, así como la posible salida de pista.
En Logroño se unió la aeronave de Alicante (EC-MDF) con José Luis y Chari a bordo. Un solo piloto. Igualmente era monomotor, si bien, a diferencia del resto, ésta tenía tren retráctil.
Desde aquí se saltó al primer aeródromo de Francia, Biscarrosse. Nada más llegar, se pudo disfrutar de unos vuelos con hidroaviones junto con instructores en el lago anexo. Una experiencia inolvidable que pondría los dientes largos a más de uno de nosotros que, tras poner un pie de nuevo en tierra, ya estaba deseando implantar en España esta posibilidad.
La travesía por la Francia occidental se cumplió sobrevolando montes verdes y albero, ríos, lagos y canales de azul intenso y costas abruptas plagadas de restos militares, siempre en visual y en muchas ocasiones con nubes bajas. Fue de agradecer el apoyo obtenido en cada área de información para evitar o cruzar zonas especiales y aeropuertos con tráficos.
Pudimos aterrizar en aeródromos de unos 400 m. de largo (Avranches), rodeados de verde césped; despegar desde ínsulas rodeadas de preciosos chalets (Quiberon), acercarnos en vuelo a poblaciones sacadas de películas del medievo (Rennes), rodear palacios, castillos y construcciones famosas, como el de la Abadía del Monte Saint Michel o bordear y bombardear (con fotos y videos) las costas de Normandía donde los aliados empezaron a levantar el concepto de libertad en Europa a costa de miles de vidas.
El salto del Canal de La Mancha fue especial. Después de un extenso briefing en Calais-Dunkerque, los cinco aviones se reunieron en visual sobre las aguas y posteriormente, y a la vista uno de otro, se procedió hasta Dover. Desde allí continuamos la incursión en zona inglesa, simulando los vuelos que hace más de medio siglo realizó la Luftwaffe.
Disfrutamos de la campiña, de las costas plagadas de embarcaciones, las colinas, los condados y, finalmente, el objetivo tan deseado: “IWM Duxford’s wartime airfield”. La arribada estuvo plagada de otras aeronaves que aparecían de la nada, con comunicaciones saturadas pero fluidas. Un tráfico tras otro se iban incorporando en viento en cola. Siempre recibiendo el apoyo de la información, que no control, de la torre, algo usual en estas latitudes. Tras aterrizar, nos reencontramos con los familiares que llegaron en vuelo comercial y gozamos con del show aeronáutico durante todo el fin de semana, junto con visita a Cambridge.
Percances y soluciones
Durante todo el rallye tan sólo se dieron dos percances: la EC-MDF tuvo un fallo en el tren de aterrizaje, que se quedó blocado abajo. Tras aterrizar con seguridad y revisarse, se determinó que podría continuar el rallye con el tren extendido, con la consecuente limitación en velocidad. El resto de aeronaves voló con ellos ofreciendo siempre apoyo.
El segundo percance, fue en un aterrizaje en pista corta, con reventón en rueda de tren principal de la EC-HXQ. Se pudo detener la aeronave sin daños personales ni en otros sistemas. Se cambió la rueda y se continuó.
Cada incidencia o problema que surgió se abordó entre todos los integrantes, buscando siempre que la solución fuera favorable al grupo, que nunca incidiese en la seguridad de vuelo y que operativamente fuese superada por el avión/tripulación más limitada.
El retorno de Duxford hasta España se hizo “cuesta bajo”, pasando por frecuencias conocidas, con acento esta vez familiar. Fue un placer repasar de nuevo la costa Norte y oeste de Francia, si bien tuvimos que luchar contra los elementos nubosos y los vientos del Atlántico para mantener una visibilidad adecuada y una autonomía decente. El resto fue coser y cantar, hasta llegar al TMA de Madrid. Tras el repostaje en Cuatro Vientos, despegamos con apenas una hora de luz para llegar a Sevilla en Visual Nocturno, como en tantas ocasiones anteriores. El reto esta vez estuvo en la acumulación de cansancio de las tripulaciones, tras unas 9 horas de vuelo. Afortunadamente, la paciencia fue una aliada y se mantuvo la calma para evitar la consabida “homitis”. Incluso se permitió a tráficos comerciales pasar delante. Aún se conserva la caballerosidad y se respeta la lógica comercial, mientras la seguridad quede intacta, claro.
Desde estas líneas, aprovecho para lanzar mi agradecimiento a mis compañeros solidarios, a los familiares pacientes y comprensivos, a los profesionales que encontramos durante el rallye y a todos aquellos que con su ilusión fueron impulsando este proyecto.
Vaya aventura… Eso si que es una peregrinación en condiciones a la catedral del aerotrastorno europeo.
A los que os encontramos en Duxford (tras haber volado en medios mas convencionales) nos pusisteis los dientes larguísimos ja ja..