Si los aerotranstornados ya somos unos “bichos raros”, cuando se une a esta absorbente
afición pasiones tan “excéntricas” como el alpinismo y la arqueología, el resultado es un
tipo de “aerosemoviente” realmente poco común. El Autor de este libro pertenece a esta
especie tan infrecuente, que exige una evidente dosis de buena forma física (para llegar
al escenario de los hechos que relata en primera persona) así como una innegable
erudición y rigor histórico para investigar el trasfondo que hay tras estos sucesos,
cualidades que ya ha demostrado en los numerosos libros que ya tiene en su haber.
Y uno se sorprende de que haya ocurrido tal cantidad de incidentes y accidentes en un
entorno geográfico tan reducido, o al menos eso parece a primera vista. Las condiciones
meteorológicas que frecuentemente rodean las montañas (y no olvidemos que en Sierra
Nevada se encuentra el Mulhacén, un pico de casi 3.500 metros de altura, el más alto de
la Península Ibérica) han “atrapado” a toda suerte de aeronaves. La amena prosa de
Michel Lozares hace desfilar ante nuestros asombrados ojos toda clase de aeronaves que
tuvieron un desgraciado encuentro con aquellas cumbres, por diversas causas; no suele
haber una sola en un accidente aéreo.
Todas estas circunstancias meteorológicas, técnicas y humanas terminan conspirando
para causar algunas veces un embarazoso incidente que se salda con daños menores…
pero también (por desgracia) terribles accidentes que terminan con muchas vidas de
tripulantes y pasajeros. Es el caso del DC-6B F-BHMS de la compañía francesa UTA
que se estrelló contra el Pico de la Alcazaba el 2 de octubre de 1964, con la pérdida de
sus 80 ocupantes. Otros grandes aparatos de transporte sufrieron terribles accidentes en
la zona, como el Douglas C-124C 52-0980 de la USAF terminó sus días contra los
llamados Peñones Negros, a 3.250 metros de altitud, el 12 de febrero de 1966. Las
perdidas humanas ésta vez se limitaron a sus 8 tripulantes, ya que el aparato siniestrado
transportaba vehículos y material de apoyo para los efectivos que participaban en la
búsqueda de las famosas “bombas de Palomares”, perdidas durante la colisión en vuelo
entre un B-52G y un KC-135A durante un reabastecimiento en vuelo, casi un mes antes.
La cordillera de Sierra Nevada parece ser poco propicia para los aviones fabricados por
Douglas: el 8 de marzo de 1960 el R5D-3 BuNo.56521 de la US Navy se vio
sorprendido por una fuerte tormenta de nieve, cayendo sobre la falda del Picón de Jérez
(a 3.088 metros de altitud), aunque su tripulación logró evitar que el terrible accidente 6
costase la vida a ninguno de sus 6 tripulantes y 18 pasajeros. Los heridos fueron
rescatados con enormes esfuerzos por montañeros locales y de las FFAA españolas.
Junto a estos enormes cuatrimotores desfilan aviones de entrenamiento militares (como
la HM-1 E.14-145 del Ejército del Aire, sin mayores consecuencias), aviones de turismo
(como la Bonanza EC-BEA, cuyos cinco ocupantes perecieron) o helicópteros (como el
Ecureuil EC-EPB que se estrelló contra el Pico Veleta, causando la muerte de su piloto).
Todos estos accidentes son minuciosamente detallados, tanto en su aspecto técnico
como en el humano, siguiendo paso a paso tanto el historial de cada aeronave como la
secuencia de los hechos que condujeron al desenlace de los acontecimientos en aquellos
agrestes parajes. El libro está profusamente ilustrado con numerosas mapas y fotografías
de los aparatos implicados, e incluso otras, un tanto sobrecogedoras, en las que aparecen
restos de las aeronaves siniestradas que aún pueden encontrarse en el escenario de los
accidentes. Aparte de estas numerosas fotografías realizadas por el autor, son muy
dignos de destacar los perfiles en color (obra de Miguel Ángel Andrés Llanos) que
ilustran todas las aeronaves siniestradas, para que el lector tenga una idea exacta de la
apariencia de cada una de ellas.
Un accidente aéreo es siempre una experiencia traumática incluso para quienes leemos
sobre él, muchos años después. Pero también es una fuente inmensa de conocimientos y
enseñanzas para evitar su eventual repetición. Bajo esa óptica, es muy de agradecer que
esta excelente obra nos haga recordar que tanto las montañas como los aviones son
cosas muy serias. Ninguna de las dos suele permitir que se la tome a la ligera. Nunca
debemos olvidarlo.
Gracias por tu comentario, Angel. Comparto tus opiniones sobre el libro, que debería ser «obligatorio» para todos aquellos a los que le interese la historia aeronáutica
Gracias Ángel.
Encontré este libro muy curioso, y me gusto.